lunes, 23 de noviembre de 2009

Pensar y ser pensados

En su nota titulada Esa molesta “sensación” argentina -publicada el pasado 15 de noviembre en la versión digital del diario Clarín- en referencia al actual debate sobre la inseguridad en Argentina, el periodista y prosecretario del diario mencionado, Marcelo Moreno, escribe con tono irónico “(…) vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero sucumbimos a una "sensación", producida, según el ministro (Aníbal Fernández) por "el punto de vista de lo truculento que ofrecen los medios de comunicación." De vuelta, la dicotomía entre "el imaginario colectivo" y una realidad que suele chorrear sangre.”
Vale aclarar, en principio, que tal dicotomía no existe, tal bipartición no es posible, más allá de tipos ideales que sólo sirven al abordaje teórico.
De acuerdo con la teoría de los discursos sociales acuñada por el sociólogo, antropólogo y semiólogo argentino, Eliseo Verón, la realidad social es una construcción discursiva que los medios realizan en base al imaginario social, es decir, en base al conjunto de creencias, mitos, deseos y frustraciones que constituyen la idiosincrasia de un colectivo social. Según el autor, los acontecimientos sociales son construidos por los medios a través de las noticias, la realidad de estos sucesos sólo existe en la medida en que los medios la elaboran.
Partiendo de estas afirmaciones surge la necesidad de, al menos, profundizar en el conocimiento acerca de los modos en que la problemática de la violencia (la inseguridad como consecuencia) se inserta en el imaginario social.
En la televisión, por ejemplo, los noticieros tienden a transmitir en tiempo real; los periodistas o movileros salen a la calle y transmiten desde “el lugar de los hechos”. Desde un choque automovilístico sin mayores consecuencias, hasta el encuentro del cadáver de una persona con “la sangre aún fresca”, reflejan el mismo tratamiento.
Este tipo de emisiones genera un alto impacto en la percepción de inseguridad y esto se ve reflejado en la opinión pública.
Es posible sostener, entonces, que esta tendencia fatalista en los noticieros –y los medios en general- no es casual y tiene una estrecha -sino directa- relación con las denominadas “formas de control social” más que con una necesidad de socializar la información.
Sí, ver violencia, genera (otra) inseguridad, provoca miedo, paraliza y encierra, quizás a esto último se refiere el columnista cuando habla de “recaudos para protegerse”.
Es cierto, la ausencia de circulación informativa -que no es lo que se pretende pero eso es tema para otro artículo- no asegura la disminución del delito, pero ¿la garantiza el aumento de móviles o personal policial en las calles? ¿Se soluciona la problemática bajando la edad de imputabilidad? ¿Construyendo cárceles?
¿No sería más atinado analizar “la pobreza y la exclusión crecientes” en tanto “cuestiones” sociales relevantes –y urgentes- y al delito como consecuencia y no como elementos de existencia paralela?
Sucede que hablar de pobres, políticas de inclusión y contención social provoca una “sensación molesta”.
Los medios masivos de comunicación – hasta resulta ingenuo considerarlo- no funcionan como intermediarios sino a partir de sus propios intereses; no son herramientas al alcance de todos los ciudadanos en igualdad de condiciones y, su función central, como indica el investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires, Santiago Marino, es la de “formar/informar sentidos y representaciones de acontecimientos, y no la de comunicación en sentido amplio”.
Finalmente, cabe señalar que los receptores no son activos y críticos, en gran parte porque la información está “monopolizada” a raíz de la concentración de los medios, de modo que no tienen la posibilidad de contrastar la (recortada) información que reciben. Sumado a esto, quienes informan –desde el capital cultural al que tuvieron acceso- pueden manipular los contenidos, en oposición a un gran porcentaje de la población empobrecida cultural y económicamente que no posee herramientas ni tiempo para procesar y realizar un análisis crítico.
C.A

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